jueves, 9 de diciembre de 2010

Infarto agudo del miocardio

La transición está completa. Fue exitosa.
Me paro un segundo, busco e intento: nada. Ya no está más. Se paró. Increíblemente se paró. No late más.
Entonces me someto a pruebas para comprobarlo. Bienvenido el pensamiento científico. Planteo hipótesis, las pongo a prueba, las verifico, saco conclusiones, enuncio leyes. Me pavoneo con mi nueva racionalidad.
Premisa A: No puedo llorar. Miro películas, veo fotos, hablo crudamente, me confiesan las atrocidades más perversas, pienso en todo lo que perdí, en lo que se murió. Ni una lágrima y ni ganas.
Premisa B: No siento los latidos. Me quedo en silencio, me pongo los dedos en la garganta, me miro el pecho. Nada. Quieto. Plano. Silencioso.
Premisa C: No logro sostener emociones. No extraño. No amo. No añoro. No ilusiono. No me pongo nerviosa. No se me anuda la garganta. No espero mensajes. No siento el dolor.
Premisa D: Hago las barbaridades más grandes. Situaciones que en otra época me hubiesen partido al medio: nada. Me doy vuelta y sigo. Aquí no paso nada. Ni siquiera sueño con eso esa misma noche. Buenas tardes mucho gusto. No te preocupes, no hace falta que me llames, no te voy a llamar yo.

Premisa E (y concluyente): Ya no me creo ninguna canción.
Las escucho y me producen apenas un levantamiento de ceja. Un gesto burlón. Se me hacen todos buzones en venta.
Mis canciones, mis acordes, mis estribillos, mis bandas. Humo en sol mayor.

Te lo dije, se me tenía que morir una parte para poder seguir adelante. Llegó el momento. Hagamos un minuto de silencio por mi corazón. La transición esta completa. Pasó lo inevitable. Ya nada me conmueve.
Me convertí en vos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario